lunes, 12 de octubre de 2009

UnA VeRdAdERa pEsAdIlLa

Un clima caluroso como de costumbre, abundaba de lunes a viernes en el desenlace de las clases de inglés de Angélica Montaño, que cursaba el segundo nivel, conocido como high begginer en el Centro Cultural Colombo Americano al norte de la ciudad.Una clase de dos horas donde practicaba uno de los idiomas más importantes del mundo, con la costumbre de salir del aula de clase rumbo a su casa, en compañía de sus amigas.
Ese jueves 25 de enero del 2007 salía una rubia de ojos claros, estatura baja, con sonrisa de oreja a oreja como normalmente se le veía a aquella estudiante, quien de la mano de sus dos amigas coge la ruta que la mayoría de los estudiantes del sector utilizan, sobre la Avenida Sexta uno de los recorridos más opcionados para ellos. Pasando kokoriko, la iglesia San Judas Tadeo, hasta la cuadra de una de las discotecas más conocidas de la zona rosa (Salamandra), para culminar en la parte de atrás del Club Colombia sobre la Cuarta Norte.
Los buses pasaban, el sonido de los pitos replicaban y el Verde San Fernando ruta tres no pasaba. Angélica esperaba pacientemente el único transporte que la llevaba de regreso para su casa, como todo habitante de Chiminangos que se encontraba alrededor de la vía.Dando espera al bus, una señora de piel oscura, cabello ondulado, contextura gruesa y acento extranjero, se acercó a la joven rubia para preguntar por el lugar donde está situado edificio de abogados. Angélica, angustiada de no saber dar respuesta a la pregunta, azaradamente comienza a mirar a su alrededor como única reacción, mientras que la señora insistía por la ubicación de dicho lugar. En aquel momento caminaba una señora delgada, cabello negro, tez trigueña, quien al escuchar decide ayudar a dar una solución a la “morena”, explicándole que el sitio se encontraba en la esquina.
Sospechosamente la dirección no era el único problema, ya que la actitud de la supuesta “perdida”, fue ponerse a llorar, diciendo: “Necesito de ustedes, ya que me gane la lotería, pero no puedo cobrarla, porque soy venezolana”.Las lágrimas de aquella mujer eran tan aterradoras, que Angélica no sabía qué creer; lo único que recuerda del inicio de todo, es que la venezolana meneaba constantemente un papel.
Repentinamente el mareo, visión borrosa y cuerpo flagelado hacían de la suyas haciendo ver a Angélica como un títere manipulado por las dos señoras. La joven respondía a todas las preguntas que le hacían: ¿Dónde trabajas? ¿Con quién vives? ¿Estás sola en la casa? ¿Tu mamá tiene joyas? Ella como marioneta respondía a todas sus preguntas agregando que poseía doscientos mil pesos en efectivo.
Aprovechando la ocasión, la señora pidió prestado esa cantidad de dinero, pero bajo el efecto que generaba el movimiento del papel, la estudiante de inglés no reaccionaba. La montaron en un taxi marca chevrolet, su conductor; un hombre borroso de gorra roja, era el encargado de conducir el vehículo hacia a la casa de Angélica, para sacar su dinero. ¿Tu mamá está? “Si”, respondió con un tono de cansancio y con su voz cada vez más baja.
Silenciosamente entra a la casa, su madre observa el reloj minuciosamente, el cual marcaba la 1:15 p.m., percatándose; decide preguntar el por qué de la hora de su llegada. “Vengo a recoger algo y debo volver al Colombo, porque estoy en un concurso y necesito llevar el pasaporte”, respondió Angélica sin que su mamá se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Sacó la plata, la guardó en el bolso junto a su billetera, el pasaporte, y el mp3, el cual usaba en el momento de esperar su transporte.Al cerrar el bolso, salió corriendo de su casa para encontrarse de nuevo con las personas, quienes la llevan devuelta al restaurante que se encontraba al frente de su institución.
El Arca, como se llama el establecimiento, fue la última parada para Angélica y compañía. Subieron al otro piso y tomaron asiento, mientras que una de las señoras se dirigía al baño, al mismo tiempo la venezolana le hace entrega de un sobre a la estudiante, explicándole que con eso puede reclamar el premio de la lotería; ella lo recibe y le hace entrega del bolso bajo el efecto de lo que le dieron al inicio de la tarde, ya que pese a las circunstancias confiaba en ellas, tanto así, que pensó que las señoras regresarían con su dinero.Después de una hora cumplida, Angélica retoma el conocimiento poco a poco, dando un giro a su rostro normal, a tristeza, lloró desesperadamente por haber sido una de las tantas victimas de la violencia en la ciudad, sin papeles, ni dinero, y con un viaje retrasado que la puso en dirección a las oficinas de la Fiscalía, donde le informan que fue víctima de un paseo millonario a causa de la escopolamína.

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tU OPiNiOnEs y PeNsAmIeNtOs cUeNtAn mUcHo...

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